Durante 13 años al salir del ascensor ella
ya notaba que estaba llegando a casa, intentaba abrir lo mas rápido posible con
la llave para que se tranquilizarla, los ladridos de alegría se oían en todo el
edificio. Un de los momentos del día que mas le gustaba era el del café, la
volvían loca las galletas mojadas en café, sobre todo los barquillos, aunque no
le hacia asco a ninguna clase. Siempre me asombro como desde que llego a casa
intento mover mis pies en la cama para dejarle sitio, y con el tiempo su cuerpo
de menos de dos kilos lo consiguió. Las noches de frio gruñía hasta que la
tapábamos con su manta. Igual no lo creeréis, pero con el tiempo logre descifrar
sus gruñidos y lloros, según como fuera distinguí si le faltaba agua, o si una
puerta estaba cerrada, sin olvidarme del el aviso de que la subieras al sofá. Me
acostumbre a leer con ella cerca, siempre estaba dormida a mi lado, pero yo la
despertaba para contarle detalles del libro, ella me miraba como pensando "que
loco estas, no te enteras de que soy un perro", y seguía durmiendo hasta el
capitulo siguiente. Otro momento especial para ella era la siesta, viendo
cualquier película nos hemos retado haber quien roncaba mas, la mayoría de las
veces ganaba ella. Podía estar dormida, jugando, viendo la vida pasar, o
cualquier otra cosa que hagan los perros, que con decir la palabra CENA, el
mundo se paraba y todo su instinto se centraba en eso. Lo de la cena era una
obsesión para ella, era capaz de ir corriendo a comer su comida para que le
dieras de la tuya, como un trozo de pizza. Ya pasaron varios días y seguimos
buscándola por sus sitios favoritos de la casa, yo sigo obsesionado con tener
abierta la puerta donde tenia el bebedero, me resisto a que tenga sed y no
pueda llegar al agua. Como a una perra tan pequeña se le puede echar tanto de
menos. En casa estamos tristes por que nos dejo después de trece años, pero a la
vez estamos contentos porque creemos que le hemos dado la mejor vida que aun
perro se le pude dar, y sobre todo cariño, mucho cariño, aunque menos del que
nos dio ella a nosotros. Fue durante todos esos años la dueña de nuestro sofá,
de nuestras camas, de nuestras cenas, y por supuesto de nuestro corazones. Hoy
escribo este relato como despedida, pero sin olvidarte, como no olvido a los que
ahora son tus amigos de juegos, allá donde vayan a seguir jugando los perros
buenos como fueron, QUEEN, YANQUI, ROCKY.
28 de diciembre de 2020
El trozo de pizza
Sali del ascensor, metí la llave en la cerradura, gire la llave, y la puerta de
casa se abrió, solo oí silencio. Me prepare un café y cogí unas galletas, no
recuerdo haber encendido la tele, y si lo hice fue inconscientemente, pero solo oí silencio. Me duche y me acosté sin cenar, la noche anterior había sido bastante
dura. No conseguí dormir de un tirón, desperté demasiadas veces, la cama era mas
grande que otras veces. Al día siguiente era fiesta pero me levante temprano,
desayune algo pero como el día anterior solo oí silencio. Antes de comer me
senté en el sofá a leer un par de capítulos de un libro que había empezado
hacía unos días. Los protagonistas estaban acorralados en un puerto de mar, y
los enemigos les pisaban los talones, aquello iba a ser una masacre. Lo comente
en alto, pero me dio la sensación de estar en una isla desierta. Llego la hora de
comer, comí algo, aunque sin hambre. Me volví para el sofá e intente ver una
película, lo intente con tres, ninguna me engancho, Alos pocos minutos me
aburrían. Casi sin enterarme llego la hora de la cena, esa noche hicimos una
pizza. Prepare la cantidad de siempre, y cada uno comió los trozos de siempre,
pero en el plato quedo un trozo. Era el trozo que yo siempre le daba a
escondidas debajo de la mesa a LOLA.
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