Hace unos días leí una noticia en la prensa sobre una terapia, parece ser que por ciertos olores podemos recordar cosas que creímos olvidadas, yo tengo mis dudas, pero por probar que no quede. De mis veranos en el pueblo no recuerdo mucho, lo único que tengo son unas fotos en blanco y negro de aquella época, pero vivencias podría decir que nada de nada. Decidí hacer mi visita experimento un domingo por la mañana, comencé dejando mi coche entre las Casas baratas y la Chainza. Mi primera parada fue en un bar donde mi padre y mi tío Ferreiro tomaban café antes de hacerse a la mar, y un chiquito a la vuelta, malas noticias, el “Catanga” había cerrado hace años, mal comienzo. De ahí me fui andando hacia el puente, tuve suerte la marea estaba alta y soplaba una pequeña brisa, cerré los ojos y respire profundamente. Casi al momento me vino una imagen a la cabeza, estaba mi padre en su barca arreglando unos aparejos y yo con unos 5 años lo miraba con admiración, parece que esto funciona. Seguí caminando hacia el centro, por el camino atravesé unas calles estrechas donde se mezclaba el olor a mar procedente de unas nasas arrimadas a la puerta de un bajo, y a una caldeirada que alguien estaba cocinando, no hay duda, estoy en casa. Pase por la iglesia, pise la marca en el suelo y al rato llegue al “Curro”, tuve suerte, hoy había mercadillo. Pase por varios puestos, pero un olor me llamo la atención, olía a tinta, tinta como la de aquel TBO que yo leía mientras los mayores tomaban un vino en la “TascaTipica”, local que solía oler a empanada de berberechos y pulpo. Mi viaje termino en la Alameda, no reconocí ningún olor, pero fue entonces cuando me ayudo el oído, la música que salía de un bar me llevo a un “San Marcos” amenizado por una orquesta con nombre de capital Europea. La verdad es que ha sido un viaje muy bonito, he recordado cosas y sobre todo he visto caras de gente que hoy ya no está, pero que con oler una brisa de mar ahí estarán para siempre. Por cierto, que bien huele mi pueblo y que buena esta la empanada.
25 de abril de 2016
Olores
Relato publicado por el periódico "La Voz De Galicia" en agosto del 2015 dentro de la "16ª edición Relatos de Verán"
Hace unos días leí una noticia en la prensa sobre una terapia, parece ser que por ciertos olores podemos recordar cosas que creímos olvidadas, yo tengo mis dudas, pero por probar que no quede. De mis veranos en el pueblo no recuerdo mucho, lo único que tengo son unas fotos en blanco y negro de aquella época, pero vivencias podría decir que nada de nada. Decidí hacer mi visita experimento un domingo por la mañana, comencé dejando mi coche entre las Casas baratas y la Chainza. Mi primera parada fue en un bar donde mi padre y mi tío Ferreiro tomaban café antes de hacerse a la mar, y un chiquito a la vuelta, malas noticias, el “Catanga” había cerrado hace años, mal comienzo. De ahí me fui andando hacia el puente, tuve suerte la marea estaba alta y soplaba una pequeña brisa, cerré los ojos y respire profundamente. Casi al momento me vino una imagen a la cabeza, estaba mi padre en su barca arreglando unos aparejos y yo con unos 5 años lo miraba con admiración, parece que esto funciona. Seguí caminando hacia el centro, por el camino atravesé unas calles estrechas donde se mezclaba el olor a mar procedente de unas nasas arrimadas a la puerta de un bajo, y a una caldeirada que alguien estaba cocinando, no hay duda, estoy en casa. Pase por la iglesia, pise la marca en el suelo y al rato llegue al “Curro”, tuve suerte, hoy había mercadillo. Pase por varios puestos, pero un olor me llamo la atención, olía a tinta, tinta como la de aquel TBO que yo leía mientras los mayores tomaban un vino en la “TascaTipica”, local que solía oler a empanada de berberechos y pulpo. Mi viaje termino en la Alameda, no reconocí ningún olor, pero fue entonces cuando me ayudo el oído, la música que salía de un bar me llevo a un “San Marcos” amenizado por una orquesta con nombre de capital Europea. La verdad es que ha sido un viaje muy bonito, he recordado cosas y sobre todo he visto caras de gente que hoy ya no está, pero que con oler una brisa de mar ahí estarán para siempre. Por cierto, que bien huele mi pueblo y que buena esta la empanada.
Hace unos días leí una noticia en la prensa sobre una terapia, parece ser que por ciertos olores podemos recordar cosas que creímos olvidadas, yo tengo mis dudas, pero por probar que no quede. De mis veranos en el pueblo no recuerdo mucho, lo único que tengo son unas fotos en blanco y negro de aquella época, pero vivencias podría decir que nada de nada. Decidí hacer mi visita experimento un domingo por la mañana, comencé dejando mi coche entre las Casas baratas y la Chainza. Mi primera parada fue en un bar donde mi padre y mi tío Ferreiro tomaban café antes de hacerse a la mar, y un chiquito a la vuelta, malas noticias, el “Catanga” había cerrado hace años, mal comienzo. De ahí me fui andando hacia el puente, tuve suerte la marea estaba alta y soplaba una pequeña brisa, cerré los ojos y respire profundamente. Casi al momento me vino una imagen a la cabeza, estaba mi padre en su barca arreglando unos aparejos y yo con unos 5 años lo miraba con admiración, parece que esto funciona. Seguí caminando hacia el centro, por el camino atravesé unas calles estrechas donde se mezclaba el olor a mar procedente de unas nasas arrimadas a la puerta de un bajo, y a una caldeirada que alguien estaba cocinando, no hay duda, estoy en casa. Pase por la iglesia, pise la marca en el suelo y al rato llegue al “Curro”, tuve suerte, hoy había mercadillo. Pase por varios puestos, pero un olor me llamo la atención, olía a tinta, tinta como la de aquel TBO que yo leía mientras los mayores tomaban un vino en la “TascaTipica”, local que solía oler a empanada de berberechos y pulpo. Mi viaje termino en la Alameda, no reconocí ningún olor, pero fue entonces cuando me ayudo el oído, la música que salía de un bar me llevo a un “San Marcos” amenizado por una orquesta con nombre de capital Europea. La verdad es que ha sido un viaje muy bonito, he recordado cosas y sobre todo he visto caras de gente que hoy ya no está, pero que con oler una brisa de mar ahí estarán para siempre. Por cierto, que bien huele mi pueblo y que buena esta la empanada.
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