18 de mayo de 2017

Color rojo ladrillo

Sabia que algún día volvería, eso pensé el ultimo día que estuvo en el Apolo, tarde o temprano la curiosidad ganaría la partida a los fantasmas del pasado, ¿estaría todo igual?, pronto lo sabrá. Nada mas atravesar la puerta del local se quedo inmóvil jugando a las diferencias del antes y el ahora, el antes en su memoria, el ahora enfrente de el, todo esto con una sonrisa en su cara Lo primero que echo en falta fue el humo, aquel local vivía constantemente bajo una niebla llena de nicotina y alquitrán, aunque el no fumara en una tarde podía bien respirar el humo de cinco pitillitos. Lo siguiente fue la maquina de discos, esa que tan buena música escupía una y otra vez, bueno eso dependiendo de la clientela de ese momento, a una de Led Zeppelin le podía seguir una de Los Chichos y aquí paz para todos. Otra cosa que echo de menos fueron los poster de grupos de música, posters de esos que salían en alguna revista de música y otros de carteles de conciertos, pero estos eran los menos, todos juntos le ahorraban tener que pintar las paredes del local, que por cierto hoy sin humo son blancas, pero sobre todo faltaba el calendario con la chica liguera de ropa gentileza del "lavado y engrase Turbo". La mesas parecían las mismas, y eso que hacia mas de 30 años que no las veía, esto fue confirmado por el camarero, que a su pregunta de que si eran viejas el le contesto: "viejas no vintage". Ya en la barra tomándose un café continuo con su recorrido visual por el local, y al fondo pudo ver entre sombras a alguien, se fijo mejor y reconoció que se trataba de Arturo. Ese hombre hace años era el dios del barrio, lo que todos querían ser, pero pocos lo conseguían. ser un líder. No quiso molestarlo por lo que decidió no acercarse, la verdad es que según el día tenia unos prontos bastante fuertes, o de eso se acordaba, poco menos que para hablar con el había que pedir audiencia, es lo que tiene ser el que corta el bacalao. Una vez tomada su consumición decidió marcharse ya habían sido bastantes recuerdos por el momento, pidió la cuenta y le dijo al camarero que le cobrara también lo de Arturo, el hombre mientras cobraba chillo: "Arturo estas invitado por este hombre". Arturo levanto la mirada del periódico que estaba leyendo, lo miro fijamente y le dijo: "seas quien seas, gracias", y volvió a bajar la mirada a la sección de deportes. El entendió esas gracias como una invitación a acercarse, mala idea, era verdad que no lo había conocido y nunca lo conocería por muchos detalles que le diera. A Arturo el polvo de color rojo ladrillo que se metió por las venas en los 80 lo había convertido en un zombi viviente. La sonrisa de cuando llegue se había convertido en lagrimas mientras abandonaba el Apolo.



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